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Nuestra historia comienza con un sueño compartido, una visión que mi esposa y yo nutrimos durante siete largos años de trabajo arduo y ahorro constante. En 2018, después de mucho esfuerzo, logramos adquirir un terreno. Era un espacio abandonado, cubierto de maleza, pero en nuestros corazones veíamos algo más: la posibilidad de convertirlo en un lugar donde crecería no solo café, sino también nuestra esperanza y dedicación.

En 2019, con las manos llenas de determinación, comenzamos a sembrar. Cada planta que colocamos en la tierra era un paso hacia nuestro futuro, un símbolo de nuestra fe en que algo hermoso podía surgir de lo que otros consideraban inútil. No fue fácil. Nos enfrentamos a desafíos que pusieron a prueba nuestra paciencia y nuestra fortaleza. Sin embargo, nunca dejamos que la dificultad apagara la pasión que nos unía en este proyecto.

Hoy, esa tierra que una vez fue olvidada nos brinda la alegría de cosechar y procesar nuestros propios lotes de café de especialidad. Cada grano que cultivamos lleva consigo una parte de nuestra historia, un testimonio de lo que se puede lograr con amor, trabajo duro y una visión clara. Es un orgullo indescriptible saber que nuestro café, nacido de un sueño humilde, ahora deleita a paladares en rincones del mundo que nunca imaginamos alcanzar.

Este viaje no ha sido sencillo, pero ha sido profundamente gratificante. Hemos dedicado nuestro corazón y alma a mejorar continuamente, no solo en la producción y recolección de nuestro café, sino también en los procesos de fermentación y en nuestro compromiso con el medio ambiente y la comunidad. Nuestra finca no es solo un lugar de trabajo; es el hogar de nuestros sueños, el fruto de una vida de esfuerzo compartido y la prueba de que, con dedicación, cualquier terreno, por baldío que sea, puede convertirse en un verdadero tesoro.